Aprender a reconocer nuestras emociones
- Comunicandonos
- 7 abr
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Actualizado: 11 abr
Un aspecto de suma importancia en el crecimiento de las personas son las emociones y la forma en que las manejamos. Ya sea para un correcto desenvolvimiento tanto en lo personal como en lo social, o para el desarrollo de habilidades blandas, aprender a administrar nuestra alegría, tristeza o enojo representa un paso crucial hacia la madurez.
Existen muchas formas de lograrlo; las estrategias para alcanzar este objetivo son variadas y pueden aplicarse en paralelo a lo largo de la formación académica. Sin embargo, lo realmente clave aquí no es el cómo, sino el cuándo.
1. ¿En qué momento es ideal aprender a reconocer nuestras emociones?
Lo ideal es comenzar durante la primera infancia, etapa en la que se reconocen emociones básicas como la alegría o el miedo, aprendiendo ya entre los 2 y 3 años a identificarlas. No obstante, es a partir de los 6 años que, además de reconocerlas, los niños deben aprender a autorregularlas, ya que las emociones comenzarán a jugar un papel activo en sus interacciones sociales.
Y no se trata de algo tan complicado. En nuestra institución, en el aula de segundo grado de Educación Primaria, se trabajaron diferentes estrategias para, primero, reconocer sus emociones y, luego, comprender el porqué de las mismas. Esto derivó en un mejor entendimiento que les permitirá regularlas por sí mismos.
Por ejemplo, recordaron un momento en el que sintieron una emoción de cualquier tipo, describieron la situación y la ubicaron en su espacio correspondiente. Con este ejercicio, ellos mismos desarrollan su inteligencia emocional al aplicarla a sus propias experiencias y al reconocer cómo se sienten, pudiendo expresarlo y compartirlo con sus compañeros con total normalidad.
Esto es muy importante, ya que les permite validar sus emociones y fortalecer su autoestima, lo que, a futuro, contribuirá a un desenvolvimiento más fluido en otras áreas.

2. ¿Este aprendizaje se queda solo en el colegio?
Para nada. Aquí es donde el padre de familia puede apoyar activamente un continuo aprendizaje emocional. Como complemento de la actividad desarrollada, cada uno de los estudiantes armó su dado de emociones, con el cual, al girarlo, obtendrán una emoción.
Es un recurso lúdico ideal para profundizar en el conocimiento personal de sus emociones. Con tan solo diez minutos al día, jugando con este dado, pueden reflexionar sobre las experiencias vividas y cómo estas influyeron en sus emociones. Si, por ejemplo, se sintieron felices, con este dado podrán profundizar en esa experiencia, además de compartir un momento valioso entre padre e hijo.

3. En conclusión
Fomentar la inteligencia emocional desde temprana edad no solo fortalece la autoestima y las relaciones interpersonales de los niños, sino que también sienta las bases para un desarrollo integral y equilibrado. Cuando familia e institución educativa trabajan de la mano, se potencia este aprendizaje de manera significativa.
Si estás interesado en apoyar y ser parte del desarrollo emocional, puedes acceder al video enfocado enteramente en la actividad que describimos en el presente artículo:
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